A los visitantes y residentes de la ciudad de Huéscar con motivo de las vacaciones

Queridos amigos y feligreses:

Ya tenemos el verano con nosotros; con él no sólo “disfrutamos” del calor, a veces asfixiante, sino también, y lo que es más importante, de los visitantes, familiares y amigos que regresan a Huéscar en estos días para encontrarse con a tierra que los vio nacer o con el pueblo de sus ascendientes. Nuestra Ciudad, sobre todo, en el mes de agosto se convierte en un lugar alegre y bullicioso, donde se deja ver y entrever la alegría del reencuentro con las personas y con la historia.

 La vuelta a Huéscar es un tiempo propicio para intensificar los lazos familiares, descansar, que no es lo mismo que no hacer nada; poder disfrutar de las amistades, de nuestras agradables noches en interminables conversaciones con los amigos de la infancia…, unos días, podríamos decir, de tregua, para retomar con nuevos bríos la vida diaria. Pero también, permitidme que os lo indique, las vacaciones en el pueblo deben servir de reencuentro con el Señor, con la fe a la que aquí nacisteis. Para algunos el irse de su pueblo supuso alejarse de los sacramentos, sobre todo de asistir a Misa los domingos y el abandono de la práctica de la confesión. En las grandes ciudades no se conoce, a veces, ni dónde está la parroquia y, aún menos, quienes son los sacerdotes que la atienden. Por eso os propongo que vuestro volver a Huéscar sea también un volver al Señor. Aprovechad para confesaros, participad en la Misa, haced la visita al Santísimo, “pasearos” por Santa María recordando las devociones particulares de cada uno, y todo con tiempo, sin prisas, que para eso estáis de vacaciones. Y, algo muy importante, importantísimo, visitar y besar la pila bautismal, tomando de ella un poco de agua bendita recordando el hecho más relevante y trascendental en la vida de un cristiano: el Bautismo. La pila bautismal en la que fuimos limpiados del Pecado Original, hechos hijos de Dios y miembros de un pueblo sin fronteras, el Pueblo de Dios que es la Iglesia. ¡Qué contentos, felices y orgullosos nos tenemos que sentir de ser católicos!

A los oscenses que acogéis a familiares y amigos os pido, como pastor de vuestras almas, que no cambiéis vuestros hábitos y costumbres religiosas, sino que las potenciéis. El que venga la familia no es motivo para dejar de ir a Misa o no seguir practicando los actos de piedad habituales, como puede ser el rezo del rosario, el Ángelus o escuchar Radio María; antes al contrario, “hagamos alarde de ello”, es una manera de evangelizar, de sembrar en los más cercanos la semilla de la fe, sobre todo, en los jóvenes. Y procurad que esta fe se renueve, por vuestro ejemplo, en los adultos, porque puede que éstos, en los lugares donde residen habitualmente, por los afanes de la vida diaria no tengan una vivencia sosegada y profunda de la fe que aprendieron de sus mayores y que sí practicaban antes de abandonar el pueblo. Lo contrario es perder una magnífica oportunidad para testimoniar nuestro amor a Dios y poner de manifiesto que Él, para nosotros, es lo primero. Con este comportamiento estáis colaborando con la obra de Salvación de parte del Señor.

Un aspecto muy importante en el verano es cuidar la virtud de la castidad, de la pureza. Es algo de lo que nos da pudor hablar porque estamos en una sociedad donde la permisividad sexual se ha convertido en una dictadura social. El Sexto y el Noveno Mandamiento nos redimen de los instintos animales para alcanzar una vivencia de la sexualidad humana y humanizadora. Nos hacen crecer en responsabilidad y en la conquista de la libertad personal. Para lograr la virtud de la castidad, según el estado de vida que cada uno profese, es preciso adquirir el hábito de la confesión frecuente y la dirección espiritual. A este respecto no tenemos que caer en extremismos, sino caminar por el justo medio que es la doctrina moral de la Iglesia. El verano tampoco es un tiempo para el “desmadre” sino para cultivar en todos los órdenes de la vida la virtud de la templanza (en el comer, en el beber, en la diversión, en los gastos…) tan necesaria para llegar a ser personas.

Y termino con el “decálogo para la paz” basado en un escrito de Mons. Fernando Sebastián (Cfr. Eclesia digital, 26 de Junio de 2008) que quiero que sea una aportación a ese eslogan tan bonito que promociona a Huéscar como Ciudad de la Paz.

“10 CLAVES PARA HACER DE HUÉSCAR LA CIUDAD DE LA PAZ”

1.- Mira a todos con respeto y benevolencia. No hables mal de nadie, no condenes a ninguna persona, grupo, pueblo o institución.

2.- Perdona las injurias presentes y pasadas, líbrate de las garras del odio, guarda la libertad de tu corazón para amar, para convivir, para comenzar una vida nueva cada día.

3.- Desea simplemente la paz a todos, busca la colaboración y la convivencia con los que piensan de distinto modo a ti y experimentarás el gozo de la fraternidad. Trata de simplificar los problemas en lugar de agrandarlos; no acumules las sombras, busca en todo la luz y los caminos de la esperanza.

4.- Apártate de los que enseñan y practican el odio, la venganza y la violencia. Resuelve los problemas y los conflictos con el diálogo y nunca guardes rencor. Ten por cierto que perdonar y amar es siempre, siempre, más importante que tener razón.

5.- Acéptate tal como eres. Considera que has recibido, con toda probabilidad, más de lo que necesitas. No envidies a nadie.

6.- Acepta a los demás tal como son en sus limitaciones y valorando sus cualidades; comienza por los más cercanos: tu familia, tus amigos, tus compañeros, tus vecinos…

7.- Aprende a decir y a sentir lo bueno que hacen los demás y exprésalo en voz alta, sin resentimientos ni temores.

8.- No te compares nunca con los demás, pues eso conduce al orgullo, a la soberbia y a la desesperación, que nunca te harán feliz. Vive en la verdad, sin temor a reconocer lo malo y lo bueno que hay en ti y a tu alrededor y aprende a decir "sí" a lo que está bien y "no" a lo que está mal.

9.- Da el primer paso, sin esperar a que lo dé el otro, y hazlo antes de que se haga de noche. Que no se ponga el sol sin haber hecho las paces, sin el abrazo de la reconciliación.

10.- Pide a Dios que te dé el don de la sabiduría para saber distinguir el bien del mal; el don de la fortaleza y la generosidad para ser instrumento de su infinito amor y bondad.

Con todo afecto os bendigo y os deseo un feliz verano lleno de paz y amor de Dios. Siempre unidos en el Señor que no se toma vacaciones, sino que está siempre en el Sagrario esperándonos.

Antonio FAJARDO RUIZ, Párroco.

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